En
ocasiones nos creemos únicos al juzgar una forma de vestir u otra. Nos creemos
dotados de una clarividencia sobrehumana al dictar qué está o no fuera de
lugar, de tono o de tiempo. Todos miramos el mundo desde
nuestras subjetividades pero estas no están exentas de los influjos de nuestro
contexto. Todos tenemos una opinión mejor o peor sobre las modas. Todos
comprendemos cuando una es más pija, más moderna o más clásica. Esas opiniones,
esas ideas, no surgen de nosotros mismos, sino que las tomamos del ambiente y
lo pasamos por nuestro propio filtro de prejuicios, ideología y estereotipos.
Es decir, en nuestra mirada sobre las cosas influye nuestro bagaje cultural,
familiar, nuestra forma de vida, nuestra ideología, nuestra forma de ver el
mundo y, quizá lo más importante, lo que las tendencias mayoritarias de la
sociedad piensan sobre ello.
Por
eso no es que nos gusten o no los pantalones campana, las camisetas de leopardo,
los bolsos de Prada o los pantalones con el dobladillo en los tobillos, sino
que reaccionamos frente a lo que estas prendas o complementos implican. La
moda, textil en este caso, tiene muchas facetas, es por un lado un gran
negocio, eso nadie lo duda. Para la industria adelantarse a la moda (o crearla)
es encontrar la clave del deseo y controlarlo. El sociólogo Gilles Lipovetsky
escribió que la moda es “el ciclo de renovación de la seducción con fines
económicos”, definición con la que estoy bastante de acuerdo. No obstante, no
debemos olvidar lo que hay detrás. El deseo, como decíamos, es la clave de la
moda, pero ¿deseo de qué?
Federico Gonzaga pintado por Tiziano |
He
ahí la cuestión. ¿Qué buscamos cuando elegimos seguir una moda u otra?
¿Respeto, compañía, estatus, poder, diferenciación? Quizá todas ellas y muchas
otras. El poder y la ostentación han estado siempre unidos por una necesidad
simbólica, y es que símbolo es por definición aquello dividido en dos partes en
las que cada una necesita a la otra para tener sentido. Un símbolo es aquello
que solo conociendo la otra parte puede entenderse, y esos “decodificadores”
los proporciona la sociedad en la que vivimos, nos los proporcionan los medios
de comunicación y las interacciones personales diarias. Por ello es muy
complicado en ocasiones entender cosas de otras épocas sin los textos y las
opiniones de quienes lo vivieron. No llegamos a alcanzar el significado último de
formas de vestir o de comportarse sin las palabras de esas mismas personas
explicándonoslo.
El
surgimiento de las modas tiene mucho que ver con el distanciamiento llevado a
cabo por clases pudientes del resto de grupos sociales. Esto ocurría por
ejemplo con los cuellos conocidos como de lechuguilla del siglo XVI, que muy
pocos podían pagarse por el trabajo que conllevaban y por tanto frenaba en seco
cualquier tipo de emulación por gran parte de la sociedad. Cosas que en gran
medida intentaban copiar las clases bajas intentando dotarse de aquello que
daba prestigio a los poderosos. Este proceso se invirtió en muchas ocasiones,
por ejemplo con los vaqueros o la forma de vestir de los majos y majas
madrileños del siglo XVIII. Es decir, las modas surgieron ligadas a la idea de
marcar claramente una jerarquía. Sigue ocurriendo así. Las jerarquías en el
vestir pasan ante nuestros ojos como pudieron pasar frente a los de individuos
del Antiguo Régimen, aunque es cierto que nuestras sociedades de consumo
aceleran los tiempos en un afán renovación perpetua, pero no obstante, y a
pesar de los cambios, las jerarquías siguen ahí. Todos lo vemos e
inconscientemente se mira de forma distinta a quien te atiende en un
restaurante de traje o con chándal, por ello los primeros son obligatorios en
oficinas, bancos o bufetes de abogados, dando la apariencia de seriedad y
profesionalidad que no proporcionan unas chanclas o unos pantalones pirata. ¿Acaso
trabaja mejor el camarero vestido de etiqueta?
La
moda es apariencia, y aparentar es proyectar al exterior una determinada idea
de ti mismo, una especie de publicidad individual. Miradme, esto soy yo. Suele
ocurrir, como en las autobiografías y autorretratos, que más que retratar cómo
somos, retratamos lo que queremos ser. Debemos recordar que, como decía el filósofo
Gilles Deleuze, no deseamos un objeto, sino lo que significa ese objeto dentro
de un conjunto. Las modas se aprovechan de la necesidad de ser aceptados por el
resto, así usamos unas ropas u otras por la necesidad de enseñar al mundo qué
somos o cómo nos sentimos. Es por tanto el deseo de emulación de una idea. Todos
buscamos, no tanto convertirnos en, sino “ser como” aquella persona o personaje
que viste similar a como queremos hacerlo nosotros. Buscamos que el resto nos
sitúe en el lugar que nosotros queremos. Que los que nos ven recojan esa
segunda parte del símbolo que nosotros arrojamos. Nos acerca un poco, a ojos
del resto y de uno mismo, al personaje o idea que ese tipo de ropa representa.
Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes |
Hay
mucha gente que no sigue las modas mainstream,
pero esto no quiere decir que no se entienda lo que de seductor o atractivo hay
en ella. Es más, hay tantas modas que hasta no seguir las modas está de moda.
Distanciarse de una forma de vestir es simplemente resituarte en otro marco
distinto, ni mejor ni peor en sí mismo. Es, por así decirlo, intentar alejarse
de las ideas que se asocian a esa forma de vestir.
Las
modas cambian, se van y vuelven. Ascienden o descienden en la escala social,
según si surgen en las clases altas y las acogen las bajas, o viceversa. Con
unas nos identificaremos más y con otras menos, eso sólo implica identificarse
más con los valores o estereotipos que existan detrás de estas, es la propia
sociedad y en gran medida los medios de comunicación los que nos van guiando en
los complejos códigos vestimentarios de nuestras sociedades dándonos las pautas
que debemos seguir. Pero recordemos ante todo que las modas son construcciones más
simbólicas que funcionales, aunque en algunos casos se mezclen. Quizá, teniendo
todo esto en cuenta, a partir de ahora salir a la calle pueda llegar a ser un
ejercicio de observación mucho más interesante.
Sergio
Serrano.
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